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domingo, 9 de marzo de 2014

Módulo 3 Unidad 1 - Actividad 1

La vida es evolución y, por lo tanto, la educación también ha de serlo. Pero no porque sea necesario, se propugne desde un paradigma educativo o esté en los contenidos de un curso, sino porque si el entorno cambia, desde una perspectiva darwiniana debemos adaptarnos a él.
Y nuestro entorno cambia; siempre lo ha hecho pero, en los últimos 20 años, lo hace a un ritmo que nos cuesta asimilar.
Parece obvio que la educación deba cambiar a tal ritmo ya que es la encargada de dar respuestas a nuestros “clientes”, los alumnos.

Creo, por primera vez en este curso, que voy a estar totalmente de acuerdo con lo planteado (cosa que no estoy muy seguro que sea positiva, ya que de la divergencia surge el avance): la educación necesitaba, necesita y necesitará incidir en el hacer, en el crear, en el buscar... más que en el memorizar.
Pero no cantemos victoria; Tamara Díaz coincide conmigo (es una pincelada de ego, en realidad yo coincido con ella) en que esto tampoco significa que la utilización de estrategias como la memorización o la repetición no puedan ser empleadas, útiles y necesarias, sino que, por si solas, no son capaces de producir aprendizajes significativos.

Atención, no hay que olvidar el aspecto formal del aprendizaje. He insistido varias veces a lo largo del curso: nuestros alumnos pueden ser todo lo nativos digitales que queramos, pueden tener otros intereses y se pueden sentir atraídos por otras realidades más o menos virtuales, tienen el conocimiento en sus móviles, iPads y ordenadores... pero finalmente deben leer más que nosotros, los de la era del libro, entender más que nosotros, los de la TV, y manejar más información que nosotros, los de la enciclopedia.
Atención, que la tarea es titánica: a mayor cantidad de información, mayor necesidad cerebral de asimilación y acomodación. Y voy a dejar de hablar en tercera persona, porque todos viajamos en el mismo barco.

Lo que trato de decir es que el aprendizaje competencial es el que debe conducirnos a todos (porque los profesores seguimos siendo aprendices en un aprendizaje a lo largo de toda la vida) a comprender, interpretar, manipular, interiorizar y transformar el mundo que nos ha tocado vivir. De otra manera, seremos fagocitados por él, no desde una visión apocalíptica, sino mucho más mundana: por sus dirigentes políticos, económicos y financieros.

Pero el aprendizaje competencial, no lo olvidemos, también incluye lo cognitivo y lo reflexivo; también lo creativo, kinestésico, verbal, matemático... sí, pero también, insisto, lo cognitivo.
Todos conocemos alumnos que, más allá de la rebeldía o inconformismo juveniles, se muestran abrumados, apáticos y afrentados ante cualquier propuesta de trabajo que implique, simplemente, leer. No seamos ingenuos pensando que es el soporte (libro) el que provoca esta situación. Hagámosles leer lo mismo en una pantalla: misma respuesta. Démosles la lectura en forma de vídeo YouTube: igual. Porque no es el soporte, sino el contenido el que abruma, pesa o no gusta.
El contenido es el contenido de una manera o de otra y hay aspectos que solo se interiorizan tras un aprendizaje ¿podemos decir formal? Y formal puede ser a través de un iPad. Pero con reflexión e interés.


Regresando al principio de mi exposición, considero la enseñanza-aprendizaje competencial como la única posible para este nuestro mundo (en realidad para cualquier mundo y época) pero sigo negándome a vaciar de contenido ciertas esferas de la educación ya que, insisto, la era digital nos exige mucho más de comprensión, asimilación y acomodación que la analógica.


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