En honor a la verdad, no conocía
demasiado antes de este curso sobre el lenguaje LOGO.
Por seguir sincerándome, quizá
por ignorancia y desconocimiento, diré que, en un primer momento, no
entendía muy bien qué se pretende con su inclusión en los
contenidos del mismo.
Y digo en un primer momento
porque justamente en su conexión lógica con el constructivismo es
donde le encuentro el sentido que quizá sea el que se le otorga
dentro de este maremágnum de paradigmas, corrientes y enfoques
didácticos.
Debo decir que sigo sin conocer
demasiado sobre él; he indagado, he leído los materiales aportados
y he visto los vídeos; treinta y tantos años son demasiados para
cualquiera pero, especialmente, para máquinas y aplicaciones
informáticas. Visto de esta manera, puede parecer cómico hoy día
el uso de esas computadoras con tarjetas gigantes, ranitas y órdenes
elementales. Pero no es culpa del programa, al contrario, es culpa de
nuestra altivez y falta de memoria, ya sea por la corta edad de
algunos -no es mi caso- o por lo rápido que olvidamos los cimientos
de nuestros logros humanos.
Y es en esa dirección donde
querría incidir: con lo poco que sé de LOGO he llegado a la
conclusión de que, precisamente, se trata de una tecnología,
concepto o filosofía en la que se basa buena parte de la informática
educativa actual: el hombre SOBRE la máquina, no al contrario (cosa
que está ocurriendo en la actualidad, quizá por esa falta de
memoria aludida)
Es precisamente en la entrevista
a Fernández Long donde éste da la clave, a mi entender, no de LOGO,
sino de las TIC al servicio de le educación: máquinas hechas y
programadas por el hombre para el servicio del hombre, para una
CONSTRUCCIÓN de su aprendizaje, de sus adquisiciones, no para una
imposición mecánica y simplista sobre él, que vacíe de contenido
su uso y, en última instancia, nos acerque de nuevo al enfoque
behavorista, como planteo en mi mapa conceptual.
Justamente, en el blog de
Cavallo, se dan unas claves de algo sobre lo que yo vengo abundando a
lo largo de este curso que nos ocupa:
“En
los 80 debíamos luchar por el deslumbramiento que el objeto
tecnológico producía
/... /,
hoy
tenemos que luchar con la banalización del objeto tecnológico, su
uso extensivo y utilitario.”
Esa es mi insistencia: la
banalización que la sobreestimulación y la ingente cantidad de
aparatos y novedades que cada día estrenamos (en otro momento
podríamos hablar de la basura industrial) produce en el hecho
educativo. Insistiendo en mis trabajos y autocitándome “¿Asimilamos
o aprendemos a manejar, sin más?”
Seguramente
mi opinión no sea muy tomada en cuenta, pero Cavallo, coordinador
de computación en el Colegio Bayard, bastión del LOGO, escribe:
“...yo transferiría
esta valoración a la Internet, el espolón de proa
de la mediocridad educativa.
“
Así, pues, aunque me encuentro
en el punto de partida de esta tarea-reflexión (sigo sin conocer
mucho de LOGO), sí que considero este tipo de
herramientas como las
precursoras, si no tecnológicas sí conceptuales, de los logros y
avances que tenemos actualmente.
A un investigador, Fernández
Long, se le ocurrió utilizar computadoras para aprender, pero con
un ligero -inmenso- matiz: no va a aprender el niño de ella
(conductismo) sino, al contrario, ella del niño, ya que éste le va
a dar las órdenes y consignas -estrategias- necesarias para lograr
un objetivo X (constructivismo)